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Monday, April 4, 2011

CAPITULO 4

A Luka no le apetece hacer nada. La verdad es que no está de humor para más bromas por parte de sus superiores. Está sentada en la camilla, o lo que queda de ella, cabizbaja y pensativa. La sábana está en el suelo, hecha jirones y con agujeros, los trozos que faltan esparcidos por el suelo de plástico blanco. El pelo le cae molestamente sobre la cara, e intenta quitárselo soplando sin éxito. Bufa cual gato. ¿Qué ha pasado exactamente en ese momento de descontrol? Es como si algo hubiera tomado el control de mi cabeza, piensa. ¿Pero qué ha desencadenado semejante reacción? Un ligero sudor hace que el camisón de tela barata semitransparente se le pegue insinuantemente en la parte superior del busto. Es por eso que prefiere ir desnuda que portar eso, que es lo mismo prácticamente.
Entra de nuevo el joven de la bata blanca. Últimamente está muy solicitada. Parece ser que sus ataques de rabia la han hecho famosilla. Esta vez trae un ordenador Apple bajo el brazo, y unos cuantos cables con él. 
-Unas pruebas indoloras, OK? Solo tengo que ponerte unos electrodos en la espalda y listo.
Una mentira más grande que una casa, se dijo a sí misma.
Le descubre los hombros suaves con sus manos, y ella se tensa ligeramente por la emoción, es como una corriente eléctrica de placer. Ama el contacto de su piel con la de él. Pone con cuidado los electrodos con ventosa en los omoplatos. Intenta ocultar su aliento irregular todo lo que puede. De repente, los dedos del hombre se paran, y comienzan a bajar por la espalda, más y más abajo. La tela tranparentosa va cayendo, al igual que los dedos del joven, que recorren la espina dorsal. Semidesnuda. Luka comienza a tener un deseo prohibido, darse la vuelta y descubrirse al completo. Ante él.
Pero para, y cesa el contacto. Pone otro electrodo pervertido en la parte superior de la pelvis, prácticamente en el trasero. Silencio. Poco a poco ella se tranquiliza, y se recupera del casi desmoronamiento que le ha producido este momento de tensión. Tan cerca...
Un cuarto de hora después, el chico despega con cuidado las ventosas de los pequeños aparatos, ya calientes por el calor corporal de Luka.
-¿Ves como no era para tanto? Hale, duerme un poco, pareces alterada.
-Adiós...
Hijoputa, piensa para sí. Por no decir otra cosa.
***
Se muere de hambre. Parece que hoy se les ha olvidado pasarla la bandeja con la cena esta noche. Se levanta de la cama damnificada. Pues iré yo misma. Nadie me va a privar de mi cena, aunque sea una mierda, piensa. 
Los científicos se han vuelto a olvidar de encerrarla. No se extraña en absoluto. Total, hay gente peor que ella que merece ser encerrado con tres candados, en caja de titanio, y que les tiraran al mar. Tanto químico dentro de un cuerpo no puede ser bueno.
Avanza de puntillas por el pasillo de metal congelado. Los músculos le tiemblan de frío. Por fin consigue orientarse con la tenue luz de las lamparas. Avanza con precaución. Lo único que le faltaría ese día es ser descubierta por los médicos y que la quitaran de las habitaciones Blancas.
Comienza a oler a potaje de lentejas... Lo odia, pero es lo que hay, aunque le siente como un cuerno. Pero antes de llegar a la cocina, escucha una conversación en el despacho por el que acaba de pasar. Aminora el paso, y comienza a escuchar.
-... Yo empiezo a sospechar de esa niñata. ¡¿No te das cuenta?!
-Vamos a ver...- suspira una voz familiar,- entre ella y yo no pasa nada. ¡Yo la hago pruebas y punto!
-Pues no lo parece.
Se oyen respiraciones agitadas, y ropa que se revuelve y cae. De repente, ya no tiene hambre. Es más, le pican los ojos. Es mejor que se vaya ya antes de que monte una escena.
PROXIMO CAPITULO: 11 abril.

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